TEXTOS DE CONSULTA - Jorge Carvajal



SEMINARIO  BIOENERGÉTICA:

Una manera de vivir: Una manera de morir

Jorge Carvajal


Jorge Carvajal es médico colombiano. 
Este texto es la transcripción del Seminario de tres días que dictó 
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Lima, 13 de Octubre 1996


...Para imaginar de nuevo que nacemos, la energía sigue al pensamiento y ese pensamiento se dinamiza con nuestra imaginación. En nuestra imaginación nacemos porque nosotros somos, en buena parte, lo que creemos que somos. Nos dirigimos definitivamente hacia aquel lugar que señala la relación que un día escogimos pero, desafortunadamente, la mayoría de las veces ni creemos por nosotros mismos ni escogimos esa dirección sino que nos la escogieron. Esa dirección fue escogida, fue programada de tal manera que, buena parte de lo que llamamos nuestra vida, está hecha de etiquetas, es una vida de tercera categoría, no es nuestra, es una vida prestada, una vida ajena, una vida horizontal, una vida sin presente, una vida sin tiempo interior, horizontal, porque vivimos en el pasado o vivimos en el futuro, pero no vivimos "ya", no estamos acá. Vivimos de las expectativas de lo que aquí podamos aprender. Cuando yo estaba chiquito -obviamente que yo nunca crecí, me quedé chiquito-, cuando estaba chiquito me gustaba mucho irme a pescar y un día descubrí que era más emocionante sacar los gusanos y las lombrices que sacar los pescados, que yo gozaba más escarbando la tierra, y ese día entendí que la felicidad no son las metas ni las programaciones, que la felicidad son los procesos, que el mejor lugar de la Tierra es aquel lugar en el que estamos ahora, que la circunstancia para vivir el cielo es aquí, es ahora, en este cuerpo, que el Templo no es la Iglesia, es toda la Tierra: mercando, sacando lombrices, amando, llorando, viviendo el dolor, ahí está el pez, ¿si?, que ese Templo no es exterior sino que está en nuestro corazón. Estando pequeño también, se murió mi abuela, yo quería mucho a mi abuela y eso fue un dolor desgarrador, pero yo no sabía de dónde venía el dolor y el dolor se volvió sufrimiento. Aquellas cosas que uno no sabe de dónde vienen, que producen incertidumbre y vacío, se vuelven sufrimiento en la vida. Pero el miedo grande es que nosotros éramos once hermanos, somos once hermanos, mi casa es pequeñita y alguien tenía que dormir en el cuarto donde se murió la abuela; como yo la quería tanto y como un acto de amor a pesar de mi miedo, decidí dormir en el cuarto de la abuela: me metí debajo la cobija, apreté los dientes, los músculos, las manos, hasta el alma la tenía contraída, no podía respirar, estaba al borde de esa muerte que llamamos la crisis de pánico; de pronto, destapaba un poquito la cobija para respirar y veía a mi abuela ahí sentada -obviamente que era el fantasma del miedo, programado por la imaginación-, y llegó un momento de tal fatiga y de tal dolor, que algo en mí explotó, que algo en mí se aflojó, y yo viví todo lo contrario: un momento de relajación infinita en el que, al abrir los ojos, de nuevo vi a la abuela, pero no vi a la abuela como un fantasma sino a la abuela amorosa y sonriente que yo había tenido toda la vida, y vi la cara de la muerte pero vi la cara de la muerte como la cara de la vida, como la cara de la resurrección, y nunca estuve tan cerca de mi abuela, nunca la sentí tan amorosa.

  
   Como crucé del otro lado de la barrera del miedo y entendí que el miedo era la programación que toda la muerte había hecho en mi cerebro respecto de lo que es la muerte, y entendí que aquello que no me dejaba disfrutar y vivir y fluir en la vida, era el temor de la muerte, el temor de la muerte disfrazado con la cara de todos los temores: todos los temores, las angustias, el insomnio, el miedo a elegir, el miedo a dormir, el miedo al padre, el miedo a la madre, el miedo a ser, el miedo a mi propia sombra, no es más que el miedo a la muerte; porque entendemos que la muerte, en ese sentido, es la negación de la vida, es el fin de la vida, simplemente porque creemos que la vida es el cuerpo, que la vida es la máscara, que la vida es el abrigo o el vestido y nos hemos confundido con ese abrigo y ese vestido, esa es la confusión en la que caminamos.


   Para nacer hay que despertar, solamente somos si despertamos, creemos que somos porque vegetamos o porque vivimos programados, pero sólo si despertamos podemos ser. ¿Cómo despertar?: leyendo la Biblia, leyendo libros de filosofía, yendo a Seminarios, no, esa es otra manera de dormir. Por eso, mi invitación es a que despertemos, porque no despertamos mientras seamos dependientes, mientras busquemos una luz externa, mientras necesitemos un farolito afuera, mientras necesitamos un gurú que nos guíe y que nos impida despertar a nuestra propia luz. Nosotros hacemos frecuentemente como el borrachito aquel que iba para su casa cayéndose de poste en poste, llegó a su casa y se encontró que no tenía las llaves, se devolvió otra vez, zigzagueando de poste en poste, hasta que se quedó buscando alrededor de un lugar donde nunca se había caído porque era un farol muy luminoso; en la mañana pasó el lechero y le pregunta: "¿qué estás buscando ahí?", y dice "las llaves que se me perdieron", "y se te perdieron ahí?", "no, a mí no se me perdieron ahí pero ahí es donde hay luz". Frecuentemente hacemos eso en la vida: buscamos la luz donde no está, no la buscamos en nuestro corazón, en nuestro interior, sino que buscamos un farolito afuera, ese farolito afuera nos impide precisamente despertar. Despertar no tiene nada que ver con la ilusión, con el mundo de la superstición. A veces creemos que despertar es ensayar una sonrisa de oreja a oreja, ser autómata, cerrar los ojos, repetirnos en una auto-hipnosis: "yo estoy bien, yo estoy bien, yo estoy bien, yo soy el Universo", aunque el mundo se nos esté rompiendo adentro. Eso no tiene nada que ver con la Nueva Era, no tiene nada que ver con despertar, es meramente una auto-hipnosis. Despertar tiene que ver con la capacidad de centrarme en mi corazón, de llegar hasta ese corazón y no echarme cuentos. Despertar es despertar a la genuina intuición de nuestro ser superior, de nuestro ser espiritual que habita en nuestro corazón. Eso es despertar.



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